30 de mayo de 2011

¿Por qué una asamblea?

Una de las cosas que más ha llamado la atención a los grandes medios de comunicación y más les ha costado comprender de todo lo referente al movimiento del 15-M y de las Acampadas ha sido el sistema de Asamblea. Esta mañana, 28 de mayo participé en la primera Asamblea celebrada en mi barrio. La gran afluencia hizo que pronto se quedará pequeña la plaza elegida (Llamada Plaza del Encuentro, ¿podía tener un nombre más esperanzador?). Había mucha gente joven, gente que había participado en las asambleas de Sol, pero también otros que solo habían seguido lo ocurrido estas semanas por la tele, y bastante gente mayor. En total, más de 300 personas, algunas sentadas en el suelo, otras de pie alrededor. Resulta curioso que justo la gente saliera a las calles de sus barrios el día en que fallecía Gil Scott-Heron, cuya canción The Revolution will not be televised animaba a no esperar la revolución desde el sofá si no a salir y tomar parte de ella...

Después de leer el manifiesto redactado por la asamblea general, se pasó a decidir cual sería el lugar de la siguiente asamblea. Algunas personas decían “lo que diga la mayoría”. Pero esa no es la forma de funcionar de las asambleas. En su lugar, se pidieron propuestas, y después, una a una, se fueron analizando. Cada propuesta daba lugar a un turno de palabra en el que cualquiera pudiera explicar los pros y los contras de cada lugar, destacando los problemas de espacio, visibilidad, acústica. Después, se preguntaba si alguno no estaba de acuerdo con la propuesta, y entonces los que estuvieran en desacuerdo podían explicar los motivos, ser debatidos, y vuelta a empezar. Se tardó casi una hora en tomar la decisión. Alguno bromeaba “vamos a pasar la primera asamblea decidiendo donde reunirnos en la segunda asamblea.

Pero gracias a ese proceso se consiguió encontrar un sitio que a las 300 personas les pareciera adecuado. Ni uno solo puso pegas. Y no fue porque estuvieran cansados, porque el siguiente punto, la frecuencia de las asambleas, dio lugar a un proceso parecido, y después se decidieron comisiones, con discusiones hasta por el nombre, y después…

La Asamblea duró tres horas. Era la primera, estábamos aprendiendo. Se podría decir que fue poco productiva, si habláramos de la relación decisiones/tiempo, y sería verdad. Pero olvidaríamos un aspecto fundamental. Las decisiones se tomaron entre todos, y todos acabaron de acuerdo con las resoluciones tomadas. Y eso es algo que no tiene precio. Estamos acostumbrados a un sistema en el que se buscan mayorías, olvidando que eso implica que quedan minorías que no participan en la toma de decisiones. Estamos acostumbrados a un sistema en el que “eliges” un grupo y te desentiendes, hasta cuatro años después. En las asambleas pertenecer a una minoría no supone un problema ni una exclusión, porque la búsqueda de consensos trata de alcanzar la inclusión de todos, todos son escuchados, y ninguna decisión se toma si una sola persona no está de acuerdo. Por supuesto, eso exige una paciencia, una flexibilidad y una capacidad de escucha y de empatía que nuestros políticos no parecen tener. Muchos han criticado que las asambleas tarden en tomar decisiones o en ocasiones sean incapaces. Quizá prefirieran que éstas fueran impuestas. Pero eso no sería asamblea. Los aplausos en lengua de signos cada vez que el moderador decía “¡Consenso!” no eran por alegrarnos de pasar a otro tema, si no por alegrarnos de ser capaces de ponernos todos de acuerdo. Y era una sensación bonita.

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